El año de gorrión

29/01/2016 - 23:00 Antonio Yagüe

Era de esperar. Hasta el gorrión, el ave “más común y abundante” según los ornitólogos, está experimentado “una tendencia negativa” cuyas causas son complicadas de averiguar. La prestigiosa sociedad científica SEO/Birdlife lo ha elegido Ave del Año 2016, porque esta especie se enfrenta a un descenso de población. Calculan que desde 1998 han desaparecido entre un millón y millón y medio de los 200 millones de gorriones que había entonces en España. Y advierten de que en ciudades europeas como Londres o Praga “prácticamente ha desaparecido”.
Las investigaciones apuntan como principales factores del descenso en las ciudades a la contaminación, la limpieza excesiva y la ausencia de zonas verdes que les deja sin nada que comer. En el medio rural la bajada de la población todavía es más pronunciada, debido a la agricultura intensiva con sus pesticidas y a la despoblación. Explican que se trata de un ave ligada a la actividad humana y que el masivo abandono de estas zonas, como ha ocurrido especialmente en nuestra comarca, provoca que no tengan granos ni nada que picotear y que las poblaciones decaigan.
No se atreven los expertos a apuntar decisiones hasta conocer con mayor exactitud las causas del declive de esta humilde ave sedentaria que se distribuye por todo el planeta. Pero en sus estudios destacan los beneficios de su presencia: ayudan a controlar plagas, dispersan semillas y son un indicador de la calidad ambiental.
Buen tipo el gorrión! Un pájaro simpático. Entre tierno y triste. Recuerdo los pequeños gurriatos asomando la cabeza en el nido y los machos adultos con la pluma marrón y una elegante mancha negra en el cuello, una corbata de pequeño señorito. En la copa de un sabinote o junto al nido seco y vacío de la Carrera de San Bernardo, usando la letra hermosa de una canción de Serrat. En los pueblos se quedaban solos. Y en las ciudades de balcón en balcón, con dificultades para instalarse en nuevos edificios, más rectos y sin tejados. Delibes, amante como pocos de los pájaros, llevó a la Academia treinta nombres y llenó su literatura de ellos. En su penúltima entrevista se quejaba de que ya nadie distinguía el gorjeo de un gorrión del silbido de un mirlo. Se marchó. Alguien debería hoy defenderlos.