Nombramientos

04/02/2016 - 23:00 Jesús Fernández

Una de las fases más importantes en todo proceso democrático a nivel ejecutivo es la transferencia de representación popular a personas concretas. Se ha de elegir a hombres y mujeres con nombres y apellidos para que lleven adelante la misión de gobernar a aquellos que les han elegido. Son los nombramientos. Es lo único que preocupa e interesa a muchos políticos. Y hacia donde se dirige todo el proceso: nombrar los cargos en el gobierno, alcanzar los ministerios. Esta es la motivación última. A eso aspiran todos los que participan en política a través de los cuadros de los partidos que alcanzan el poder. El poder del Estado es único y los cargos se consideran terminales o sucursales de dicho poder viéndose como representantes y deudores de su jefe que les ha nombrado. A partir de ahí, la administración política se comporta como una estructura piramidal de favores y prebendas. Es una red de intereses. No resalta la transparencia y la democracia.
La lógica de los nombramientos en nuestro sistema democrático obedece a la amistad, a la recompensa, a la confianza, a la promesa, al desagravio, a la compensación, al servilismo. En España necesitamos una renovación profunda de los procedimientos para nombrar a las personas a ocupar muchos cargos. Los nombramientos en democracia, por lo general, son un premio. ¿Por qué no se recurre a consultar las bases? ¿Por qué no se habilita la participación del pueblo en la elección de las personas concretas para determinados cargos? Porque es un proceso que se quiere controlar. Recordemos las palabras de Stalin en este campo: la confianza es buena pero el control es mejor. Se elige no a los que valen por mérito, por talento, sino a los que sirven por esclavitud. En la democracia no se nombra, se premia. Se estima en 50.000 nombramiento nuevos los que trae consigo todo cambio de gobierno a nivel estatal.
¿Qué significa nombrar? Una batalla de ambiciones. Las influencias en los nombramientos es otro factor pendiente en la democracia convencional. El efecto excluyente. Cuando se elige o se nombra a uno, se descarta a otros provocando innumerables ofensas. Existen más factores individuales que organizativos en los nombramientos políticos. Es necesario elegir a candidatos. Para ello conviven dos teorías: la teoría popular o populista y la teoría elitista. Es decir, para cargos y nombramientos vale cualquier ciudadano salido del pueblo o, por el contrario, deben ser nombrados los mejores, los más preparados que forman las elites sociales, los tecnócratas. Frente a ello, prevalece hoy, en el nombramiento de las personas, su activismo político como miembros de los partidos y su entrega fervorosa a la causa rayando en los límites del sectarismo ideológico y revanchista. En definitiva, lo que interesa de la democracia es la política y lo que más interesa de la gestión política son los nombramientos. A lo que se llama grandes acuerdos de programa se reduce a acordar los nombramientos y cargos del sistema.