Procesionaria en el Alto Sorbe

04/02/2016 - 23:00 Luis Monje

Viajé una vez más a Galve de Sorbe estas Navidades por la carretera que nace en Veguillas, llamada por algunos “de las tres generaciones” porque se empezó en los años treinta y trabajaron padres, hijos y nietos. Para ir a Valverde había que seguir un camino de tierra hasta Umbralejo y cruzar el Sorbe por un vado en el que más de un coche quedó varado. Desde la Nava de Jadraque sólo se había hecho la explanación y echado el macadam. Hoy la carretera cruza los frondosos pinares de Umbralejo, La Huerce y Valdepinillos. Por cierto, mi infantil acompañante me sorprendió diciendo: ”¡Mira, abuelo, también aquí han adornado los árboles para la Navidad!. Pero no: era que en los pinos se veían esos bolsones algodonosos en que las crisálidas de la procesionaria se transforman en gusanos que se trasladan luego por el suelo de un pino a otro en características filas, como en procesión, de lo que reciben el nombre. Un pinar con procesionaria es un pinar enfermo porque la oruga se alimenta de las acículas u hojas tiernas, debilitando el árbol y propiciando otras plagas.
La procesionaria no sólo es perjudicial para los pinos sino también para personas y animales, pues desprenden unos pelillos urticantes que flotan en el aire y que al respirarlos afectan gravemente a los que padecen alergia o asma. Casos ha habido de muertes de perros por tragarse nidos de oruga. La lucha contra la procesionaria no tiene efectos espectaculares. Y es que el gusano se entierra y vuelve a la carga contra los pinos en cuanto se dan las necesarias condiciones. La lucha contra la procesionaria se remonta a más de un siglo. Antes se hacía por medios mecánicos disparando escopetazos contra los bolsones y también fumigando los pinares, lo que creaba otros problemas.
Ultimamente, resultan muy eficaces las trampas con feronomas colocando un zuncho en el tronco con una abertura por la que caen sin retorno las orugas. Con esta Brújula pretendo estimular y agradecer a los técnicos forestales su lucha contra la procesionaria, plaga que se extiende por los paises mediterráneos al amparo de su clima. Afortunadamente, los espléndidos pinares de Galve estaban libres de procesionaria. En Galve comimos como siempre en el restaurante El Pinar y contemplamos su típica plaza con bella picota y no subimos al castillo porque queríamos conocer el nacimiento del Sorbe en Cantalojas y las magníficas iglesias románicas de Campisábalos y Villacadima, pueblo éste hoy vacío.