La gestión de la pesca en Guadalajara

17/05/2015 - 23:00 Aitor Cezón Ruiz

A través de esta carta quiero dar a conocer la situación actual en que nos encontramos los pescadores y el trato que recibimos por parte de la administración en esta provincia. Estos gestores, lejos de hacer su trabajo, que no es otro que gestionar, parecen tener el objetivo de sacar a los pescadores de los ríos. Cada nueva modificación de la orden de vedas supone una nueva prohibición, lo que está provocando que muchos aficionados terminen por abandonar la actividad, cansados de tanto impedimento, o por no poder adaptarse a las limitaciones en artes y técnicas permitidas, o por el simple hecho de no poder llevarse una trucha a casa. Todo esto está convirtiendo el ejercicio de la pesca en algo casi elitista, del que solo nos beneficiamos, en parte, unos pocos, muy lejos de lo que realmente debería ser esta actividad. Mientras tanto, la administración no mueve un dedo por los ríos, por mantener unos cauces sanos y limpios, por evitar el colmatado de los fondos y los márgenes cada vez más cerrados, lo que está originando que muchos tramos de río se conviertan en galerías sombrías incapaces de albergar vida. Tampoco hace mucho por vigilar, ya que su guardería es casi inexistente, ni por controlar caudales ecológicos, ni los vertidos a los cauces, ni el control de predadores no autóctonos, como visones y cormoranes, que están causando estragos en las poblaciones piscícolas, y que para estos gestores tienen más importancia que las propias especies autóctonas. Control que sí lo hacen en otras regiones. Además, no se ocupa de los cotos que gestiona, pero sí se encarga de cobrarlos.
No los mantiene, ni los vigila, ni los conserva, y, para colmo, ha estado cobrando un precio superior al resto de la región, amparándose en la posibilidad de poder pescar en estos tramos especies que ni siquiera existen. Para terminar, quería hacer eco del trato que reciben los pescadores y sociedades, poniéndoles una y mil zancadillas administrativas para perjudicar el normal desarrollo de sus actividades, e incluso, peligrar la continuidad de las mismas y de los tramos intensivos que gestionan.
Tramos que se han convertido en la única salida para aquellos que todavía mantienen la esperanza de ir un día de pesca y no son capaces de adaptarse a las nuevas normativas, o que quieren llevarse cuatro truchas a casa. Cada vez somos más los convencidos de que el futuro pasa por una pesca sostenible, basada en la conservación del medio y el “captura y suelta” como herramienta de gestión de las poblaciones piscícolas. Pero este fín no justifica el empeño de la administración en volcarse en la gestión-prohibición, y cuyo máximo objetivo es hacer colgar la caña a una mayoría de pescadores de forma definitiva. Esperemos que esto cambie y estos gestores se dediquen única y exclusivamente a eso, a gestionar, con criterio y buena fe.