La lucha contra la violencia en casa

05/05/2014 - 23:00 Redacción

Una de las mayores lacras sociales con las que nos vemos obligados a convivir desde que la humanidad existe es el maltrato dentro de los hogares, durante milenios entendido como problema doméstico e íntimo, incluso con cierta justificación al derecho por la autoridad del cabeza de familia. Afortunadamente, desde hace ya bastante tiempo considerado como lo que es, un delito, una barbarie, que se debe castigar con justicia y trabajar por su erradicación, principalmente a través de la educación en la igualdad desde las guarderías y los colegios, los medios de comunicación y las propias familias. Las desavenencias propias de la convivencia nunca pueden servir de justificación o excusa para la violencia física. Si el diálogo y el entendimiento se hacen imposibles las partes deben tener a su disposición un servicio legal y judicial que actúe de manera rápida y justa. Ese es uno de los problemas. Aun así, muchas veces, la motivación para la agresión proviene de estados pasionales por las circunstancias que sean, que no son controlables ni evitables por los resortes del Estado. En estos casos las víctimas deben denunciar su situación.
El sentimiento que aún queda, la inevitable sensación de cierta culpabilidad, la esperanza de que llegue la calma tras la tempestad, la protección a los hijos a los que se piensa que se hace más daño con la intervención policial y judicial, la vergüenza que causa que la familia y el entorno conozcan el drama- cada vez menor en una sociedad más madura- y el miedo a una reacción aún más violenta son muchos de los condicionantes u obstáculos que superar para denunciar. Es más que entendible las reticencias de las víctimas, las segundas oportunidades o las retiradas de cargos. Son emociones, pura humanidad. Aun así se va logrando. El apoyo de todos es esencial. Lamentablemente el tiempo no suele arreglar el problema. El maltratador debe ser alejado del hogar en el que sólo puede seguir causando daño, la mujer recibir todo el cariño, comprensión y delicadeza de la sociedad y los hijos las máximas de las protecciones y atenciones.