Las Minas podrían volver a generar riqueza en Hiendelaencina

14/12/2011 - 13:29 Redacción

En 1880 Hiendelaencina competía en número de habitantes (5000) con la capital provincial. El pueblo entero era el hervidero de la actividad que demandaban sus 211 minas de plata abiertas. La depreciación de este metal precioso y el agotamiento de las mejores vetas hacen inviable su explotación en la actualidad. Sin embargo, el Ayuntamiento tiene en mente recuperarlas como activo turístico mediante un ambicioso proyecto planteado en tres fases que ya está en marcha.
Joaquín Latova es un jubilado del sector químico que vive a caballo entre Hiendelaencina y Madrid. Además de ser su patria chica, a Joaquín también le une un vínculo profesional con la localidad serrana. Es copropietario de la casa rural “El Fielato”. Pese a lo que pueda parecer por cercanía geográfica, su apellido no procede de La Toba. “Mi abuelo era industrial. Fue dueño de las salinas de Rienda, muy cercanas a las más conocidas de Imón, que era su pueblo natal”, dice. También su padre llegó a ser un hombre muy popular. Fue el farmacéutico de Las Minas durante más 50 años. Junto a Nicolás Martín, médico al que su pueblo le ha dedicado un busto en la Plaza de la Iglesia, formó un tándem profesional de reconocido prestigio en la comarca.
Joaquín vino al mundo en Madrid de una forma casual, “porque mi familia vivió siempre en Las Minas”. Según avanza la conversación con él, queda claro que, por lejos que haya llegado -ha trabajado en el departamento de extracciones en Repsol-, su referente vital lo tiene en Hiendelaencina. El Fielato, pese a ser de nueva construcción, es un magnífico exponente de la Arquitectura Negra. Sus materiales y su estética son respetuosos con el entorno. El protagonismo estético es para la pizarra y la madera en el exterior, y para la calidez y confort en el interior.
La casa tiene tres apartamentos completamente equipados e independientes. Se levanta sobre el lugar en el que hubo un casillo para ganado del que aprovechó sus lascas de pizarra y madera en buen estado. La familia Latova no reparó en gastos. Invirtió 300.000 euros en su construcción. Lleva abierta desde diciembre de 2005. Su trayectoria como negocio es un buen indicador de la evolución de esta actividad económica. “El turismo rural eclosionó en Guadalajara hace siete años. Antes había una oferta muy limitada de alquiler de habitaciones en las casas de pueblo. Era una fórmula tan romántica como poco favorecedora de la intimidad”, explica Joaquín. Gracias a la demanda creciente, los emprendedores construyeron en nuestra provincia los primeros establecimientos independientes. Tuvieron un éxito inmediato. “Había mucha demanda y poca oferta. A la gente le encantaba este turismo diferente, o complementario, al de playa, catedral y ciudades. Poco a poco la oferta igualó a la demanda. En los últimos dos años la crisis ha acentuado el descenso de las visitas. El turismo no es una primera necesidad. Cuando la economía doméstica no es boyante, es uno de los primeros gastos de los que prescinden las familias”, opina Latova.
Los inquilinos de “El Fielato” proceden mayoritariamente de Madrid, “en un 75%”. Otro porcentaje significativo, “en torno al 15%”, llega desde el Corredor del Henares. “La nuestra es su sierra natural, es la que tiene mejor acceso para ellos”, dice. Y luego hay casos puntuales: “También llegan turistas de Levante que huyen de sus arenas masificadas en verano o que quieren ver la nieve por primera vez en invierno”. La tipología de cliente es siempre muy similar: matrimonio con hijos,  parejas o grupo de amigos.
Lo que más gusta a los visitantes de Hiendelaencina es la tranquilidad. La casa está localizada en una placita muy coqueta, espaciosa pero sin ruidos, ni siquiera en el fin de semana. 
Pero, ¿por qué a Hiendelaencina  le llaman también Las Minas? .Joaquín relata con absoluta propiedad la vieja historia de los yacimientos de plata y de los más de 600 pozos y 211 minas que se han explotado en el pueblo. “Nuestro pasado minero  despierta, por insólito, la curiosidad del visitante”, explica. No puede ser de otra manera. A finales del siglo XIX, la localidad competía en número de habitantes, más de 5000, con la capital provincial, y era un hervidero de actividad subterránea que tenía su fiel reflejo en la superficie.
Fue exactamente un día 2 de junio de 1844 cuando la aldea negra de la sierra guadalajareña se transformó en una ciudad minera, que llegaría a ser sede social de numerosas sociedades anónimas. Un agrimensor de nombre Pedro Esteban Góriz atravesaba el paraje local de Cantoblanco, camino de Atienza. Unos brillos especiales en las piedras llamaron su atención. Regresó a Madrid con una muestra en el bolsillo que mandó analizar a un familiar. Línea. El análisis reveló que las rocas  contenían elevadas dosis de sulfuros de plata. Espoleado por el descubrimiento, hizo lo que entonces se conocía como una denuncia del terreno, o una reserva para profundizar en él y comprobar si había o no mineral que extraer. Bingo. Lo había. Y así fue como, junto con otros dos socios, creó una primera sociedad para la explotación de la primera mina de Hiendelaencina, la Santa Catalina.
Atraídos por el color de la plata, fueron llegando cientos de aventureros en busca de fortuna. Hiendelaencina creció exponencialmente. Hubo que construir un pueblo nuevo al margen del viejo caserío. Esta es la razón de su urbanismo cuidado, de sus calles y plazas amplias y de su enorme iglesia en la que caben casi 500 personas. En pocos años cientos de buscavidas abrieron cientos de pozos y decenas de minas que seguían las mejores vetas del metal precioso. Las que tenían éxito, se convertían inmediatamente en sociedades anónimas cuyas acciones cotizaban en bolsa. Hubo inversores de la época que hicieron auténticas fortunas con la plata de Hiendelaencina. Otros se arruinaron. Las fallas caprichosas acaban con las vetas de metal puro cuando quieren, sin que la tecnología de entonces pudiera hacer nada por predecirlo. La extracción mineral se mantuvo a gran escala hasta finales del siglo XIX. Después quedó una actividad residual. “La mina de Santa Teresa estuvo activa hasta poco antes de la Guerra Civil”, informa Latova.
De las entrañas de Hiendelaencina salieron miles de toneladas de plata pura. El mineral que veía la luz era transportado a la fábrica de La Constante, construida en tiempo récord a unos cientos de metros del área de extracción, al lado del río Bornova. Allí se fundía el mineral que tenía la suficiente ley, es decir, una proporción adecuada del metal preciado con respecto a otros elementos. A su vera se construyó una miniciudad independiente que fue fundada por ingleses. “Ellos eran quienes tenían la tecnología para hacerlo”, explica Joaquín. En La Constante llegaron a vivir medio millar de británicos. Hubo una escuela y  un hospital de aquella nacionalidad. La plata, fundida y transformada en lingotes en La Constante, era transportada en carros custodiados por guardias de asalto armados hasta los dientes con dirección a la Fábrica Nacional de la Moneda de Madrid.
Ahora que Hiendelaencina tiene 150 habitantes, se percibe claramente que su urbanismo está pensado para mucha más población. Las empresas mineras habilitaron casas para sus trabajadores, que las ocupaban según llegaban. Hubo un segundo hospital en el pueblo, en este caso nacional, y un casino de juego. Cuenta la leyenda que todas las noches había reyertas, algunas con muertos, por deudas de juego o disputas del trago. “El tópico dice que el minero gasta con una mano el dinero que gana con la otra”, cuenta Joaquín.  Muchos pastores y labradores cambiaron la agricultura por un oficio mucho mejor remunerado. Era duro. Pero no más que el campo. El último minero de Hiendelaencina murió en 2009. Se llamaba Félix Vacas.
Pese a las similitudes míticas con el Far West, “no del todo desencaminadas”, afirma Latova, las explotaciones estuvieron siempre bien reguladas jurídicamente. Tenían responsables, ingenieros y sus sistemas de seguridad. Inicialmente la extracción era completamente manual, a pico y pala. La introducción de la máquina de vapor ahorró muchos esfuerzos en la excavación. Las minas más modernas, como la de La Teresa, ya se aprovecharon de la energía eléctrica. Los ingenieros fabricaron casas de máquinas, alimentadas por pequeñas centrales hidráulicas para mover los mecanismos.
La actividad de las minas quedó reducida a la explotación, de segundas, de las enormes escombreras de mineral que quedaban acumuladas al pie de las minas y que fueron desechadas siguiendo las vetas más puras del metal. Con el perfeccionamiento de la técnica, y sin perforar nada, estas escombreras dieron hacia el año 1970 un buen beneficio.
¿Sería rentable hoy la explotación de las Minas?
La gran pregunta es si todavía queda algo de mineral en las entrañas de Hiendelaencina. El Instituto Geológico Minero de España ha practicado muchas catas sobre el terreno. “Tienen una radiografía muy aproximada de lo que puede haber en el subsuelo, pero en realidad, hoy día, el precio de la plata, que no tiene que ver con el de otros metales preciosos o de valor industrial, no permitiría una explotación minera”, explica Joaquín. Precisamente la depreciación de la plata y el agotamiento de las mejores vetas de material fueron las razones de la paralización progresiva del negocio, hace ahora un siglo. “La extracción dejó de ser rentable. La ley del mineral era cada vez peor. Sin embargo, nuestra tierra sigue siendo un área muy interesante desde el punto de vista geológico. Hay muchas tesis doctorales de la Universidad de Lovaina (Bélgica) hechas aquí”, prosigue.
Todo este pasado legendario y multicultural ha dejado huella en el carácter hiendelaencinero. Muchos de los mineros que llegaron de todas partes de España, se quedaron después de que acabó la explotación. “Por eso la gente de este pueblo es muy abierta, más que la del entorno. Nos quedado el poso del cosmopolitismo”, opina. Herencia de su pasado esplendoroso son también los servicios de los que disfruta el pueblo, capital de su comarca serrana.
 Además de la reconocida calidad del asado del mesón Sabory,  el pueblo tiene una tercera seña de identidad: la Pasión Viviente de Semana Santa que en el año 2012 cumplirá 40 años. Fue la primera que se representó en Guadalajara, y una de las primeras de toda España.
A pesar de que su explotación como yacimientos ya no sería rentable, las minas aún pueden enriquecer a Hiendelaencina. El Ayuntamiento ha diseñado un proyecto, ejecutable en tres fases, para recuperarlas como activo económico. Con la ayuda de Junta de Comunidades y de la Diputación de Guadalajara, entre otras instituciones, el Consistorio concluyó la construcción del Museo de la Plata. “Tenemos comprometidas varias ayudas, entre ellas una de ADEL Sierra Norte, por la cual se subvencionará la instalación de los audiovisuales del Museo”, explica Joaquín. El edificio, también de estética muy cuidada, se convertirá en un centro de interpretación de la minería. Junto al de Almadén serán los dos únicos de este estilo en Castilla La Mancha. “Además de en Hiendelaencina, también se extrajo mineral en otros pueblos cercanos como en Zarzuela de Jadraque o Robledo de Corpes. En La Nava de Jadraque hubo minas de oro. Toda nuestra cuenca minera tendrá su reflejo en los fondos del Museo”, explica Joaquín.  Esta primera etapa del plan es prácticamente una realidad.
En una segunda fase, el Ayuntamiento pretende hacer visitable en profundidad la mina de La Catalina. El último intento de explotarla lo llevó a cabo una empresa murciana en los años 80. Por lo tanto, parte de su edificación y tunelación son del siglo  XX. En teoría, y con un inversión de recursos no demasiado grande, podría quedar visitable.  “Este paso será sin duda el más costoso, pero ya sabemos por dónde empezar. El 9 de marzo de 2011 fue presentado en Sigüenza  el Plan de Zona de la Sierra Norte de Guadalajara, que surge de la aplicación del Programa de Desarrollo Rural Sostenible en Castilla – La Mancha 2010-2014. Dentro de las actuaciones aprobadas figuraba “La recuperación del entorno y adecuación del interior de las Minas de Plata de Hiendelaencina con fines turísticos”, con un presupuesto de 1.525.000 €. En la actualidad queda pendiente  la firma del convenio entre la Junta de Comunidades y el Ministerio de Medio Ambiente, y Medio Rural y Marino, para hacerlo efectivo. No obstante, hemos contactado ya con HUNOSA, una empresa asturiana con amplia experiencia en la materia, para que empezar el proyecto”, termina Latova.
La tercera y última etapa crearía rutas mixtas señalizadas de naturaleza y minería. Al menos una de ellas llegará hasta el río para mostrar a los turistas la maquinaria hidráulica que ayudó a las excavaciones. Los hiendelaencineros ya se han marcado unos plazos.
El día 15 de Octubre se celebraron las  III Jornadas de las Minas de Plata de Hiendelaencina, y dentro del programa de actos de las mismas, se expuso por Jorge Marían de Pablos el contenido de la “Carta Arqueológica de Hiéndelaencina” proyecto subvencionado por Adel Sierra Norte dentro de la Medida 323. Conservación y mejora del Patrimonio Rural.