Vetusta Morla llegó a tiempo de salvar la segunda edición del Festival Gigante

06/09/2015 - 19:43 Javier Pastrana Margüenda

Edición de penas y alegrías para el Festival Gigante. A la decepción que supuso la noche del viernes, le llegó el equilibrio con la cita del sábado. La sensación final que deja esta segunda edición ya se intuyó en la primera. Parece que ni la propia organización termina de tomarse demasiado en serio el viernes, con fiascos de sonido imperdonables y discreta asistencia de público. El sábado, sin embargo, la historia cambia. Más gente sobre el césped de la Fuente de la Niña y mejor sonido para el cabeza de cartel, prácticamente impecable, y la sensación agridulce para cerrar de que el festival no termina de ser lo que debería, de que sin el respaldo del Ayuntamiento y el ambiente prefiestas no sería ni la mitad de lo que es. Pero eso sí, el de Vetusta Morla fue un conciertazo. Podía haber empezado con mejor pie la segunda edición del Festival Gigante. Dispuesto a dar un paso adelante respecto a lo ofrecido el año pasado, la cita estrenaba zona de acampada y optaba por reubicar el segundo escenario, bautizado como Guadalajara, mientras el principal seguía presidiendo la Fuente de la Niña. Sobre el papel todo funcionaba y en los primeros compases de la tarde incluso parecía que el nivel de asistencia podía superar el del año pasado. Sin embargo, con los Corizonas ya en el escenario, bastaba con echar un vistazo a las pistas de atletismo para sentir una punzada de desaliento. El público apenas llegaba hasta la mesa de sonido, la mitad del recinto siendo generosos. Habrá quien diga que eso son 5.000 personas, pero cuesta creerlo. Abajo, el público se entregaba a un grupo carismático que, sin embargo, en esta ocasión no acababa de conectar con el respetable. Profesionales como siempre, parece que su apuesta musical hubiera dejado algo de lado esos acordes del lejano oeste que tanto carácter les aportaba. Sonaba más a rock y no es que lo hagan mal, es que no es lo que uno espera de un grupo que tiene uno de sus pilares en la fuerte personalidad de su propuesta. A pesar de todo y de la ausencia de un emblema como Shiralee, la suya fue la mejor actuación de la noche. Poco hacía pensar que el nombre grande del cartel, el de Los Enemigos, podría decepcionar como lo hizo. Y conste que no fue culpa de Josele Santiago y los suyos, si no de un sonido que se empeñó en jugar contra un grupo que depende mucho de la voz de su solista y la contundencia de sus letras. Sin eso, Los Enemigos pierden su entidad. Cada vez que quisieron llevar algo de rock a su propuesta, la voz se perdió entre el ruido y con ella parte del público, que decidió emigrar hacia Pasajero y Varri Brava en busca de pastos más animados. Aún así, los de Josele tuvieron sus momentos de gloria, especialmente con temas como Septiembre, Señora o el inmortal John Wayne. Algunos quedarán satisfechos sólo por haber tenido la posibilidad de ver a Los Enemigos. Otros dirán decepcionados que éste grupo emblemático merecía haber sonado mejor. Con la decepción aún en el rostro, el público del Gigante acogió con esperanza la llegada de L.A., que con su energía consiguió poner una tirita en la que ha sido la herida más grave de este Festival Gigante. Nuevo escenario Tras el jarro de agua fría del viernes, el sábado arrancaba con el estreno de un tercer escenario en la Plaza Mayor, una apuesta arriesgada para una ciudad en la que a la gente a veces le cuesta demasiado bajar más allá de Santo Domingo. No es que las vibraciones fueran las mejores para el arranque, con la actitud punk y el sonido excesivamente sucio de los Nastys, pero por los menos en el cierre, con Correos, la jugada quedaba aprobada con una nota más que aceptable. Estaba lejos de ser la Plaza del Trigo del Sonorama, con la que inconscientemente uno tendía a compararla, pero como primer disparo al aire no parecía que hubiera salido mal la cosa. A estas altura del Gigante, daba la sensación de que ese sector de la ciudadanía que va en busca de este tipo de festivales a otros puntos del país por fin hubiera decidido arropar las propuestas de casa, aunque no sean perfectas ni desde la organización parezcan interesados en implicar realmente a la ciudad en la cita, que podría ser fundamental para Guadalajara. El Gigante llegaba con dudas a un segundo día que estaba llamado a ser masivo, con Vetusta Morla como gran foco de atracción. Durante la noche, los acordes nostálgicos llegaron de la mano de Dover. Es cierto que las hermanas Llanos han sabido construirse una carrera más o menos estable sin hacer concesiones a nadie más que a sí mismas. Ni se han cerrado a un estilo ni han sido complacientes. Sin embargo, en Guadalajara presentaron su cara más complaciente. Si su último trabajo, Complications, representa el regreso del rock a los altavoces de este veterano grupo, no perdieron la oportunidad que esto les daba para recuperar sus temas más emblemáticos, los de aquel lejano ‘Devil come to me’. En líneas generales, sus trallazos de rock sirvieron para ir calentando motores de cara a lo que aún estaba por llegar. Los temas elegidos funcionaron bien, pero el de Guadalajara debe ser un público nostálgico, porque las gargantas no empezaron a vibrar de verdad hasta que asomaron por allí los temas de sus primeros discos. Si ‘Serenade’ ya puso sobre la pista correcta a más de uno, el emblemático ‘Devil come to me’ convirtió la Fuente de la Niña en la fiesta de Dover. Algunas canciones nunca mueren, están condenadas a pasar a la historia. Uno entiende que su peso pueda ahogar a los artistas que las compusieron, frustrados por no ser capaces de igualar el éxito logrado con una sola canción, pero cuesta creer que Amparo y Cristina no disfrutaran con la devoción demostrada por todo la Fuente de la Niña. Lo que allí se vivió fue una entrega absoluta a un tema inevitablemente ligada a la adolescencia, a la de 1997, cuando se publicó el disco, y a la de todos los adolescentes que la han ido descubriendo en generaciones sucesivas. Y mientras Dorian le tomaba el relevo al grupo madrileño, en el escenario Guadalajara tomaban la palabra una formación que, como reconocía su propia cantante, Eva, jugaba en casa: Idealipsticks. Varios fueron los que apostaron por arropar a estos veteranos de los escenarios que han conseguido cuajar una más que aceptable propuesta musical. A veces, tanto mérito tienen quienes triunfan como aquellos que son capaces de mantener un vuelo estable, puede que siempre bajo el radar, pero inasequible al desaliento. Si hay algo que demuestran es, sobre todo, amor por la música. Finalmente, con unos minutos de retraso respecto al horario oficial, llegó el momento del auténtico gigante de esta edición: Vetusta Morla. Sólo con mirar todo el atrezzo que se había desplegado sobre el escenario uno sabía que aquella estaba llamada a ser La Actuación. Aún estaba reciente la última visita de los vetustos a la capital. Entonces traían bajo el brazo un disco, Mapas, que propició un concierto bastante más tranquilo de lo que habría sido deseable. Esta vez, decidieron centrarse sobre todo su último trabajo, La Deriva, y en los temas más emblemáticos del grupo, aquellos que les convirtieron en un fenómeno de masas. El público, agradecido se volcó con una actuación en la que tan bien funcionaron las últimas composiciones como las más conocidas. El sonido esta vez decidió comportarse y, si un día antes se la había jugado a Los Enemigos, en esta ocasión podría considerarse que fue impecable. La set list elegida para la aproximadamente hora y media de actuación que ofrecieron fue, probablemente, muy parecida a la que habría elaborado cualquiera de sus seguidores de haber tenido la oportunidad. A todo el mundo le faltará alguna canción, pero los festivales es lo que tienen, la necesidad de comprimir el repertorio en un puñado de temas escogidos. La elección de Vetusta Morla fue la acertada y la Fuente de la Niña, que por fin ofrecía un aspecto similar al que debería haber tenido durante la mayor parte del fin de semana, supo agradecérselo. La segunda edición del Gigante llegó a su final con luces y sombras. Con ideas nuevas, pero sin terminar de corregir algunos fallos ya insinuados el año pasado. Por fortuna, mientras conserve el respaldo del Ayuntamiento y las fiestas capitalinas, podrá seguir afinando.