José J. Labrador siembra la semilla de la biblioteca de autores castellano-manchegos

27/02/2011 - 18:10 Mar Gato

 
La distancia que desde hace tiempo le separa de su querido Cifuentes no ha sido impedimiento para que José Julián Labrador lleve muy adentro su pasión por una tierra que dejó atrás para embarcarse en una apasionante trayectoria de investigación que le ha hecho ser hoy día uno de los mayores entendidos de la poesía inédita y desconocida del Siglo de Oro español. Precisamente del fruto de sus investigaciones nace su último libro, una edición del Cancionero del historiador, poeta y dramaturgo español Sebastián Horozco, con el que el investigador pretende poner la simiente de una futura biblioteca de autores castellano-manchegos que permita “conocernos a nosotros mismos; nuestro pasado y nuestro presente”. La elección de este texto y su autor no ha sido pues casual, sino que ha permitido generar una inmejorable oportunidad para entender nuestra lengua y la cultura del siglo XVI. Hasta el momento sólo se disponía del Cancionero una edición de finales del siglo XIX, aunque la censura, en relación a los poemas eróticos, hizo especialmente mella. A ésta le seguiría posteriormente una mejorable tesis doctoral de Jack Weiner (1980), el último estudio conocido sobre Horozco hasta que Labrador acomete uno mucho más pormenorizado y extenso. A lo largo de 200 páginas el autor desarrolla una serie de estudios preliminares que permiten al lector adentrarse en el Cancionero desde distintas perspectivas, como su época, donde una sucesión de malas cosechas, sequías y epidemias provocan una profunda hambruna y pobreza en España, constituyéndose como “su gran problema en el siglo XVI”, apostilla Labrador. El autor también aboga y defiende en sus estudios la identidad del Cancionero de Horozco, propiamente español, y eso a pesar de haber tenido como vecino a Gracilaso de la Vega, y de haber tenido muy a mano las nuevas formas renacentistas en el lenguaje. Pese a ello, Horozco mantuvo el tipo y apostó por una glosa poesía medieval española de versos cortos. Sin embargo, quizá el mayor descubrimiento que Labrador hace a través de su estudio es sembrar la duda en torno a quién es el padre del Lazarillo de Tormes a partir de una obra teatral incluida en el Cancionero, y que tiene por protagonistas a un lazarillo y un ciego. En este sentido, Labrador indica que está muy en la línea de picaresca y diversión que tiene este libro universal. Esta teoría, sin embargo, no ha podido ser demostrada. En esta aventura de editar y estudiar el Cancionero de Sebastián Horozco Labrador no ha estado solo. Le han acompañado a lo largo de cinco años Ralph A. DiFranco, alumno suyo cuando tan sólo contaba con tan sólo 19 años –hoy tiene 60– y Ramón Morillo-Velarde Pérez, quien como buen lingüista se ha encargado de elaborar las 800 notas a pie de página que se incluyen en el libro. Tras la consumación de éste, la prolífica actividad de Labrador, quien se autoproclama como jubilado de la docencia pero no de la investigación, se centrará en sacar a la luz, antes de septiembre, cinco libros sobre Pedro de Padilla, un poeta olvidado del siglo XV que tuvo una importancia fundamental. Éstos se vendrán a sumar a los otros cinco libros que ya han sido publicados sobre el mismo autor, y que responden a un encargo de la Fundación Frente de Afirmación Hispanista de México. No serán, sin embargo, los únicos proyectos que tenga a la vista.